El alemán sólo necesitaba un punto pero decidió saborear su bicampeonato desde el tercer escalón del podio. Para poder apreciar con extrema nitidez, junto a Jenson Button, vencedor en Japón, y Fernando Alonso, sus compañeros de podio, cada rincón de Suzuka.
Cada milímetro de ese asfalto mágico que parece destinado a coronar emperadores y dibujar leyendas de la Fórmula 1. Así ocurrió con Ayrton Senna (1988, 1990 y 1991), Michael Schumacher (2000 y 2003) o Alain Prost (1989). Mitos del Sol Naciente con los que Vettel querrá codearse algún día. De momento, ya es el bicampeón más joven (24 años, 3 meses y 7 días), tomando el relevo de Fernando Alonso (25 años, 2 meses y 23 días), y quién sabe si ese cóctel genial de juventud y tecnología seguirán elevándole en ese Olimpo del que forma parte.
No uno sino los dos dedos índices apuntaron directamente al cielo. Un cambio en su ritual que Sebastian Vettel llevaba cocinando desde hace tiempo. Quizás demasiado. Porque en Japón saboreó ese paseo triunfal del que apenas fue consciente hace 11 meses en Abu Dhabi. Menos de un año entre dos coronaciones bien diferentes. Del sufrimiento y el estrés de Yas Marina al placer y la tranquilidad de Suzuka. Los dos episodios más grandiosos en las corta historia en la Fórmula 1 de 'Baby Schumi'. Cinco temporadas completas coloreadas al óleo con dos títulos mundiales y un subcampeonato con poco más de 24 años.
Garabatos geniales del nuevo bicampeón del mundo más joven, que decidió poner punto final al campeonato en Japón. Sin arriesgar un milímetro ni dejarse llevar por el ímpetu que acompaña su pilotaje. Sobriedad y calma para rematar un curso perfecto que obliga a volver la vista hacia aquel indestructible Michael Schumacher de principios de siglo. Asumió sin problemas la superioridad con los neumáticos del McLaren de Jenson Button, una amenaza tardía que ha intentado hacerle sombra durante algunas fases del campeonato. Lo hizo en Montreal, en el único error grave en carrera que se le recuerda a Vettel, repitió gesta en Hungría y lo ha vuelto a conseguir en Suzuka, con un pilotaje impecable que sigue confirmando su crecimiento sobre la pista. Tres victorias para dar brillo al aspirante más firme al subcampeonato.
El inevitable campeón recibía el mensaje por radio de su equipo para minimizar los riesgos mientras lanzaba su aliento sobre el alerón trasero de Fernando Alonso. Una lucha por la segunda plaza para la que terminó capitulando, entre otras cosas porque el Ferrari defendió con extremo celo su posición en el podio. Lugar de privilegio alcanzado tras una óptima conservación de los neumáticos blandos. El asturiano sacó a relucir durante diez vueltas de vértigo, con el alemán grabado en su espejo retrovisor, lo mejor de su repertorio ante la evidente inferioridad mecánica.
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